ENTRAR AL TRAPO


Da la impresión de que el bosque de cohetes y contracohetes no deja ver el árbol. Este 27 de diciembre, ataque aéreo a Gaza. En pocos años se cumplirá un siglo desde los primeros ataques islámicos contra los judíos iniciados por el muftí de Jerusalem, dicen que el único caudillo extranjero (y semita, o sea, legalmente inferior en Alemania) que asistía a las gigantescas concentraciones de maniquíes germanos desde el podio de los jerarcas.

Rendición. Entre 1936 y 1939, 5.000 árabes (decenas de veces más numerosos), 400 judíos y 200 británicos habían muerto en el período más violento de la guerra árabe antijudía, cuando otros judíos morían ya en los campos nazis, y 400.000 musulmanes se integraban como voluntarios en la Wehrmacht y las SS.

La iniciativa de la mezquita tuvo éxito, en ese 1939 Londres se desdijo de la Declaración Balfour de 1918 que garantizaba a los hebreos un hogar en el distrito palestino de la provincia siria del imperio otomano, que sería mandato británico hasta 1947, prohibiendo la inmigración de perseguidos por el nazismo que estaban ya amenazados de aniquilación en Europa. Londres se justificaba en la necesidad de impedir que todos los musulmanes se alinearan tras el Eje nazi.

Arrojar gente contra los judíos

Y la táctica es la misma: atacar para provocar represalias, porque cuanto peor, mejor. El precio a pagar corre a cargo del pueblo, tan amado: muerte, carencias, aculturación. Odiamos a los judíos más de lo que amamos a nuestros hijos, reza la pancarta de una foto que levanta una mujer en una foto de propaganda muy difundida en 2008, no se sabe si árabe en ciudad occidental o progre embozada en ropa para mujeres mahometanas.

Hogar. Eso no impidió que los nacionalistas judíos continuaran su proyecto, sin casi apoyos, y proclamaran su independencia en 1948 para, con todo lo construido en décadas –fábricas, sembrados, nuevas poblaciones y ciudades, red de agua y energía, sindicatos obreros, escuelas, bibliotecas, hospitales, universidades, orquestas, coros, prensa...– fundar su Estado.

Con una masa de capital comprometido en toda esa labor que, a valor constante, puede rondar el 10 por ciento de lo recibido desde entonces por los árabes del país de sus donantes musulmanes, europeos, soviéticos y de todo el mundo. Sin contar con lo recibido por otros árabes para atacar a Israel. Y ni qué decir tiene, con una fuerza humana mil veces inferior.

No fueron declaraciones, presiones sobre los árabes, británicos, el Vaticano, vencidos de 1945, oenegés islamizadas, y demás fuerzas hostiles lo que condujo a la proclamación de independencia, a la fundación del Estado, a la victoria en la Guerra de Independencia 1948-1949.

Refugiados. Stalin fue el primero en reconocer al nuevo Estado y proponerlo como miembro de la ONU, Truman lo siguió. Liberales e izquierdas de todo el mundo se felicitaron por ello. Cientos de miles de judíos, con tres milenios de residencia en la región, fueron expulsados de Líbano, Siria, Irak, Yemen... y habiendo perdido sus pertenencias se instalaron en Israel, y en otros países occidentales, obteniendo sus respectivas ciudadanías. Un insignificante episodio de la cuestión de los refugiados, normalmente ausente en la propaganda de guerra.

Las divisiones y confrontación interna entre los sionistas no ha sido inferior que la existente en el interior de la OLP, entre ésta y las expulsadas de la OLP, y con las formaciones islamistas (Hamás, Yijad, etc.), aunque tanto menos sanguinaria.

El desorden de la invasión de la Liga Árabe en noviembre de 1948, y la certeza de los judíos de que no libraban una guerra con vencedores y vencidos, sino que si perdían serían aniquilados, como capítulo de la Shoá, rechazaron la masiva intentona militar (en la que había verdugos alemanes implicados). Esa certeza ya nunca abandonaría a los judíos.

La invasión causó el primer problema de refugiados árabes, al marchar a la frontera más próxima (Gaza, Egipto, Líbano, Jordania) los habitantes árabes del país, ante la convocatoria de la Liga: dejad el campo libre para que podamos echar a los judíos al mar. Esa gente sigue viviendo en campos, ningún hermano musulmán les ha dado la ciudadanía. Los que se quedaron en sus casas, son desde entonces ciudadanos israelíes, el árabe es, con el hebreo, cooficial.

La defensa de 1948-49 la ejercieron los grupos milicianos formados durante aquella guerra de Husseyni, el muftí, entre 1936 y 1939. Pero aún no cabe hablar de Ejército israelí.

1956, nace Tsáhal

En 1956 el egipcio Nasser cierra a Israel la navegación, y nacionaliza el Canal de Suez franco-británico causando la respuesta de ambas potencias, que invitaron a Israel a aliarse contra el enemigo común. Cada uno libró su guerra, británicos y franceses por el canal, e israelíes por la reapertura de las vías marítimas.

EE.UU. (Eisenhower) ordenó a Londres y París abandonar sus derechos sobre el canal, y retirarse. En el mismo octubre la URSS afrontaba el levantamiento húngaro en Budapest, obrado por nazis resentidos y agentes alemanes (que habían aniquilado a medio millón de judíos apenas doce años antes), y por comunistas insatisfechos con el stalinismo. No querían los americanos tener que entrar en guerra con Moscú ni por El Cairo, que ahora era su protegido, ni por Hungría. Y así, en fecha tan tardía, entra Washington en la zona, por defecto franco-británico (como había entrado en Turkya, Grecia, Italia...).

Pero reconoce el derecho israelí a la libre navegación por el Mar Rojo, por el Mediterráneo, que el Ejército de Defensa de Israel (Tsáhal) había recuperado por sí mismo.

Doble militarización

Y ese fue el punto de inflexión de la relación de fuerzas entre judíos y árabes, la doble militarización del conflicto que, hasta entonces, sólo había tenido un lado militar, el de la Liga Árabe, sin apenas participación autónoma de los árabes del distrito, y con los judíos, luego israelíes con poco más que milicias. (Las pocas armas del 48 las proporcionó Checoslovaquia a instancias de un guerrillero judío comunista que había luchado en ese país contra los nazis).

Inmigraciones. Las fuerzas nacionalistas –Al Fataj– que con Arafat al frente se impusieron a las proegipcias, prosirias, prochinas, prosoviéticas, etc., en la Década de los Cuchillos Largos, apoderándose de la OLP, establecieron el nombre de palestinos para los árabes del país, dado que los judíos palestinos habían escogido llamarse israelíes. No porque unos fuesen del país y los otros no: aunque judíos llegarían desde fuera hasta ser mayoría entre ellos, también los árabes son mayoritariamente hijos de inmigrantes de los siglos XIX e inicios del XX, perseguidos, como los argelinos de Abdel Kader (por la ocupación francesa de Argel) y otros, o circasianos, caucásicos, sirios atraídos por diversas razones, sobre todo por las obras de infraestructura franco-británicas, como el puerto de Haifa, el ferrocarril transjordano, el canal de Suez, tanto en la franja egipcia (Gaza, a la que Egipto [Sadat] renuncia en 1976); como en el Distrito palestino (la Galilea, antiguo Israel, y Judea & Samaria, la antigua Judea, que sería parte del protectorado británico de Transjordania conquistada por el nuevo Israel en 1967 y luego convertida en Palestina por renuncia jordana).

1967. Ese punto de inflexión que es 1956, tuvo su consolidación en 1967, al golpear decisivamente Israel a Egipto, Siria y Jordania en la Guerra de los Seis Días que se estudia en todas las academias militares, que maravilló a Occidente (yo hacía el servicio militar en Argentina, lo sé) y humilló a los árabes.

A partir de ahí la superioridad militar en el conflicto que se alza por sobre todo el conflicto territorial entre las culturas árabes y judías, es indiscutible. Y los árabes con sus aliados optan por el traslado de la guerra al interior, léase Israel y territorios ocupados de Gaza y de Cisjordania, los dos fragmentos extranjeros entre sí de la nación palestina en formación. Una guerra no militar, ni de guerrillas, sino de terror, básicamente fundada en bombas, y en disparos a trabajadores civiles aislados, de acuerdo con la fórmula anterior: provocar al más fuerte, cuya fuerza reside en lo militar y es poco menos que impotente ante el ataque terrorista, a fin de desgastar a la sociedad israelí, y dar argumentos a los Estados y otras fuerzas coaligados contra Occidente en la Guerra Fría para repudiar a Israel.

Incidentalmente ahí comienza el desembarco de extremistas teocráticos judíos que hasta entonces habían repudiado el sionismo por no ser obra de Dios.

1973 dos gruesos puntos de inflexión

1. A instancias de Kissinger (gobierno Nixon), Israel (Golda Meir) acepta que sirios y egipcios den un golpe por sorpresa, ocupen Gaza y el Golán, intervenga la ONU imponiendo un alto el fuego, y los árabes machistas, repuestos de su humillación, acepten firmar la paz por territorios –como ofrece Jerusalem desde 1967– sin temor a levantamientos islamistas y de fuerzas irredentistas que reclaman todo Israel.

Pero los árabes, a ver que entran sin dificultad alguna (todo Tsahál oportunamente licenciado por el Yiom Kipur), se entusiasman, se entregan a la carnicería, y amenazan con entrar en Israel. La ONU hizo silencio. Al fin se resolvía la cuestión. Lo que condujo a reorganizar apresuradamente la defensa, expulsar a palos a los invasores, forzando a la ONU, ahora sí, a ordenar el alto el fuego, cuando los ejércitos israelíes ya habían vencido, y había que salvar lo que quedaba de las fuerzas egipcias y sirias (con sus refuerzos de la Liga Árabe). Este ataque costó muchas más vidas israelíes que enfrentamientos anteriores. Militarizó más a la sociedad israelí, y abrió la primera brecha entre Tsáhal y sociedad civil. Dio lugar a que los vencidos egipcios proclamaran su victoria y firmaran la paz. Pero fue una derrota social, cultural, para los que queriendo construir una Atenas de sabios y paz, se veían forzados a mantener en pie una Esparta de guerreros.

2. La marcha sin pausa de las burocracias “neoliberales” hacia la conquista absoluta de los Estados, para arrebatarles su función reguladora, garantista, dejando las manos libres a las corporaciones del capital más concentrado para que se repartieran la riqueza de las naciones, tuvo en ese año de 1973 su gran hora: haciendo cartel las Siete Hermanas Petroleras y la OPEP, dieron el mayor golpe de estado financiero de la historia, multiplicando el precio del crudo, insumo básico de toda la economía mundo, al menos en el espacio del mercado internacional. Y ese golpe, que da nacimiento al capitalismo financiero global tiene, entre sus consecuencias más graves, la recuperación del Islam como potencia.

En efecto, vencidos sus protectores, la svástica y el fascio, en 1945, los caudillos de la media luna llevaban años mordiendo arena. La victoria de la URSS sobre los nazis que alejó la promesa de recuperar las repúblicas musulmanas del sur; la proclamación de Israel, esos judíos dhimmis (“protegidos”) vueltos soberanos, y sus insólitas victorias en 1949, 1956, 1967, 1973, con laicismo, emancipación femenina, sindicatos…; la proclamación de la India, multicultural, no en manos musulmanas, aunque con el aliciente de que pudieron implantar Pakistán; el mantenimiento de la Turkya laica…

Ahora con la colosal fortuna que dejarían las regalías del crudo vuelto oro negro (sólo a Saudia, y sólo en 2007, 150.000 millones de euros), y las dependencias que generaría en el mundo, la Organización de la Conferencia Islámica, en ella la Liga Árabe, aún si gran batiburrillo de enemigos a muerte, podrían aspirar a más y más victorias islamizadoras, aunque no llegar al (imposible) Califato, porque unos países serían conquistados por unos caudillos y su Islam, y otros por otros. E incluso Israel sería recuperado, y Al Andalus, y el Norte de África... Occidente (el mercado internacional) pagaría la nueva expansión (Hegirá) con y sin yijad armada, a través de las maquinas expendedoras de combustible para sus coches.

1967 dado vuelta

No hay guerra militar contra Israel sin la dirección del ejército egipcio, y sin la bendición de la mesquita saudí. Egipto (expulsado de la Liga) y detrás otros (Jordania) se excluían de la guerra. Era el momento del terrorismo palestino.

De modo que los vencidos en 1967 (y en 1939, 1949, 1956, 1973) podían revertir esa derrota en gran victoria moral: de repente Israel se volvía Goliat y los árabes David; el Lobo se travestía en Caperucita y su abuelita, y todos aquellos que tenían deuda con el Islam por la debacle de 1945, que tenían dependencia con la OPEP por el petróleo, que tenían motivos para irritar a Washington y gustar a Moscú, y a París, y a Pekín... con todos los eurocristianos judeófobos de toda la vida, los islamistas y nacionalistas árabes y otros musulmanes, más los huérfanos del stalinismo, se compraron una kefiá y la sacaron a pasear.

Esa es la causa palestina en el contexto de la causa árabe.

Cuestión de focos

Y para ello es imprescindible que el militarmente débil sufra, ataque al fuerte, le moje las orejas, le toque los huevos, le dispare kassam y grad, permanentemente, caliente la frontera con Irán (es decir con el Líbano de Hezbalá). Y esta no es hora de ataques con ejércitos.

La causa se hunde en cuanto no hay respuesta judía y los focos iluminan al saudi de 58 años que casó con una nena de 8; a los iraníes que cuelgan de grúas a los hamjensbah (“los que juegan con los del mismo sexo”); a los gazíes que asesinan cristianos por mirar a musulmanes, mujeres acusadas de adulterio, a los de Fataj por ser impíos, a los de las tribus por no someterse a Hamás. Iluminan a los Hezbalah, franquicia de los ayatolas, por oprimir a los libaneses; a los sudaneses por el genocidio de animistas y musulmanes negros; a las bandas terroristas por masacrar gente en cien ciudades del mundo; el despilfarro desaforado en presencia de la miseria, el analfabetismo, la emigración desesperada…

No quieren todo, sólo quieren siempre más

Israel (Barack) abandona la franja de seguridad del Líbano, todo el mundo menos los ayatolas admiten que ya no hay israelíes en el país que tuvo cedros. Hezbalá ocupa de inmediato la zona, y con sus socios (Grupo Prisa, por ejemplo) siguen hablando de “ocupación”, “resistencia”, “libaneses contra Israel”. Y cuando Hezbalá ataca, bajo las narices de la ONU, Israel responde y se alzan voces contra “el uso desproporcionado de la fuerza”.

Israel pone en libertad cientos de presos sin sangre, porque son caros, es inútil tenerlos encerrados, ayuda a los palestinos más dispuestos a negociar una estrategia de fin del conflicto… y la pispe (prensa internacional sobre soporte papel y electrónico) publica fotos, habitualmente organizadas por los corresponsales, en las que se ve a unos niños levantando dedos en señal de victoria.

Israel se va de Gaza, desaloja a los colonos israelíes, y la pispe sigue diciendo “la resistencia palestina en el territorio ocupado”. El poderoso ocupante no puede recuperar a su soldado secuestrado. Hamás lanza kassam sobre civiles israelíes, algo que ningún otro país toleraría, o los lanzan otros que Hamás no controla, y cuando hay respuesta “Israel ataca”.

Entrar al trapo

“Dejen de disparar. No ganan nada con esto. Somos más fuertes y podemos golpearles en forma devastadora”, advirtió el primer ministro de Israel Ehud Olmert a Hamas, en una entrevista televisada por Al Arabía. “Pero las advertencias israelíes no surtieron efecto, los disparos continuaron” (ver el informe de Jana Beris).

¿De verdad no se ha dado cuenta Israel, su actual primer ministro, que el enemigo sabe que es militarmente más débil, y que no le interesan las advertencias sino sólo el contraataque judío?

No hemos hecho, es obvio, una reseña de este siglo. Sólo apuntamos a que este es el modo a través del cual procuran revertir las derrotas, de 1967, y de 1939, 1948, 1956, 1973..., la tregua de los ejércitos árabes (todos los de la Liga menos Siria, e impedir que también Damasco firme), y de parte de los islámicos de la OCI que han ido abriendo embajadas en Tel Aviv

No sabemos cómo se rompe este círculo vicioso ni si es posible romperlo. No sabemos si hay alternativa al contraataque. Sólo constatamos que toda ausencia de contraataque, como el que cualquier estado ejercería, todo acto de tregua, de moderación, es una victoria para los que aspiran a echar a los judíos al mar, quedarse con supervivientes como siervos, y con todos sus bienes, y luego más, y más. Y que todo contraataque también lo es.

Ahora, con este ataque a Gaza, asistimos a un enésimo linchamiento de los que mataron a Jesús, causaron las guerras mundiales, genocidian cada día a la nación árabe... ¿Hay alternativa? ¿O hay que asumir que así es la vida?

El muftí Husseyni estaría orgulloso y satisfecho. Me temo que Hertzl no, ni Ben Gurión, antes sorprendidos por el rumbo que han tomado las cosas. Y termina ya el 2008. Feliz Año Nuevo...



JAIME NAIFLEISCH


[Por gentileça do seu autor, reproduzimos este artigo aparecido na edição digital de CRONISTA DIGITAL (Ver) o passado 29 de Dezembro de 2008]

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