SANTIAGO ALBA RICO


Sinto um grande respeito por Santiago Alba Rico. A diferência da imensa maioria dos judeófobos que como a ele iremos agrupando neste panteão de infames, Alba Rico tem duas qualidades que, aos meus olhos, o convertem numa excepção: maneja endiabladamente bem os aparelhos necessários para exercer a dura tarefa de pensar e, para além disso, sabe escrever. E fai-no muito bem. Por isso –ao contrário que Saramago ou António Gala, que carecem de ambos atributos- é muito mais perigoso.


Temos um só problema com Santiago Alba Rico: dedica-se a defender imposturas, já seja a Revolução Bolivariana, a pretendida superioridade política e moral do gigantesco campo de concentração castrista, a luta dos gudáris de ETA, ou o gesto no que acha uma certa éxtase estética com que um rapaz árabe se despanzurra carregado até as orelhas de explossivos levando-se por diante a toda a clientela duma cafetaria em Haifa ou Jerusalém.


Alba Rico foi aluno de Gabriel Albiac –e nota-se-lhe para bem-, e depois foram companheiros impartindo aulas na Complutense, onde a muchachada de Alba Rico e Fernández Liria emborronaram o cámpus e os seus tabuleiros com todo tipo de piropos e ameaças de morte dirigidas ao autor de “La sinagoga vacía”. Hoje em dia professa-lhe um ódio visceral que verte nos seus escritos em quanto tem oportunidade –e na internet de esquerdas tem-na avondo-, mentres que o seu velho mestre, espinozista ao fim e ao cabo, simplesmente o ignora e emprega o tempo em coisas mais interessantes que o ressentimento.


O texto que pegamos a continuação, dá boa mostra do dito sobre Santiago Alba, ao tempo que corrobora que se trata de um judeófobo de tomo e lomo. Ao caldeiro dos infames com ele!





PALESTINA, EL DELITO DE EXISTIR


Prometida en 1917 a los judíos por Inglaterra, y no por Dios, hace 60 años las potencias coloniales occidentales entregaron Palestina con todos sus habitantes a una pequeña secta hebrea europea para que gestionara sus intereses en Oriente Próximo. Desde entonces, EE UU, la UE y los gobiernos árabes ancilares vienen concediendo medios y autorización al sionismo para administrar libremente el dolor de la población nativa y planificar a voluntad su linchamiento minucioso: expulsiones, masacres, limpieza étnica, destrucción de casas; asedio medieval por hambre, prisión, tortura, muros, bombardeos... Israel prolonga voluptuosamente un genocidio homeopático al que ha sucumbido ya la autoridad jurídica y moral de la ONU. Desde el principio Israel, que nunca pensó compartir el territorio palestino con sus legítimos propietarios, osciló entre la tentación de la “solución final” y la conservación de una reducida reserva nativa para uso al mismo tiempo ideológico y económico. En el ámbito internacional, el asesinato de palestinos legitima a Israel, que debe conservar algunos con vida para seguir matándolos y embelleciéndose; en el orden interno, el voto democrático de los israelíes recompensa la oferta en cadáveres palestinos de los candidatos; en términos económicos, Israel depende hoy más que nunca del negocio de la guerra y la seguridad. A veces cuesta reprimirse, pero el pragmatismo impone matar a los palestinos poco a poco; y a nosotros nos exige admirar y aplaudir a Israel por su disciplina y magnanimidad.

A los nazis nadie los comparaba con los nazis: bastaba con llamarlos asesinos. En todo caso, lo que parece que inhabilita la comparación es el hecho de que los israelíes matan palestinos y no europeos, mientras que el horror inigualable del nazismo consistió –como bien explicaba Simone Weil– en que el III Reich hizo con nosotros lo mismo que nosotros habíamos hecho siempre con los pueblos colonizados.

El linchamiento de Gaza parece perfectamente compatible con la afirmación de nuestros valores superiores. Cuando se linchaban a negros en los EE UU, y las fotografías de sus cadáveres se enviaban como felicitaciones de cumpleaños o de Navidad, lo que habían hecho –y que justificaba su ahorcamiento sin juicio– resplandecía amenazador en lo que eran. Así ocurre con los palestinos. La agresión palestina a Israel es ontológicamente anterior a la ocupación sionista, es lo primero de todo: es sencillamente su existencia. Sus gemidos son “fanáticos”, su llanto “antisemita”, su rabia –claro– “terrorista”. Sólo en este sentido puede decirse que los bombardeos de Gaza son “desproporcionados”, porque son en efecto una respuesta anticipada y una respuesta todavía insuficiente a la existencia desnuda de los palestinos; frente a esta amenaza total lo único “proporcional” sería el asesinato de un millón, de cuatro millones, de ocho millones de palestinos. Israel, una vez más, se contiene y nosotros se lo agradecemos.

Desapareció la URSS y todos aplaudimos. Desapareció Yugoslavia y nos alegramos. Han desaparecido decenas de países –Checoslovaquia y Rhodesia y la Sudáfrica racista entre otros– y no ha ocurrido nada. ¿Por qué habría de ser criminal ahora reclamar la desaparición de un Estado criminal? No nos engañemos: la única solución al problema israelí, que amenaza la paz mundial, es la disolución del Estado de Israel. Demos luego libertad a los refugiados palestinos para volver a Palestina y libertad a los judíos ex israelíes para volver a sus países de origen y que a continuación la población restante funde un nuevo Estado laico, democrático y socialista. Se dirá que esta solución no es realista. Pero ¿fue realista la partición? ¿Fue realista la resolución 242 de la ONU? ¿Fueron realistas los claudicantes acuerdos de Oslo? ¿La Hoja de Ruta? ¿Anápolis? ¿La solución de los dos Estados? ¿La democratización ejemplar de Palestina? Los palestinos tendrán que ser aún más realistas si quieren ser aceptados por la comunidad internacional, tendrán que dejar de defenderse, tendrán que dejar de gritar, tendrán que dejar de llorar, tendrán que dejar de respirar. Si los límites del realismo los dicta Israel, y los avalan EE UU, la UE y los gobiernos árabes ancilares, no hay para los palestinos ninguna esperanza. Pero si realismo es igual a genocidio, si realismo es igual a injusticia radical y crimen ininterrumpido, si realismo significa tirar a la basura definitivamente el derecho internacional, los DD HH y la civilización más elemental, si realismo quiere decir desaparición sin esperanza del pueblo palestino, entonces los palestinos tienen todo el no-derecho del mundo –a fin de existir un minuto más o sencillamente para vengarse– de utilizar también todos los medios e incluso de matarle a usted y de matarme a mí, que no hemos hecho nada para impedir que Israel ponga a la humanidad entera fuera de sí misma y que hemos perdido de esa forma al derecho a protestar, escandalizarnos y moralizar. La palabra Holocausto –sacrificio total– encaja bastante bien en lo que Israel, EE UU, la UE y los gobiernos árabes ancilares le están haciendo a todo el mundo.



Aparecido no Periódico Quincenal “Diagonal” (8-21 Janeiro 2009)




Outros textos do filho mais judeófobo da encantadora Lolo Rico:


"Invitación a la bomba" publicado o 10 de Outubro de 2005 em "Rebelión"

"De la Shoá a la Nakbah" publicado o 27 de Novembro de 2006 em "Rebelión"

"Imre Kertesz, Premio Nobel al sionismo"
publicado pelo Comité de Solidaridad con la Causa Árabe o 23 de Outubro de 2002

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