DIE WELLE (II)


A propósito do post anterior, há poucos meses estreou-se o polêmico filme “Die Welle” (A onda), de Dennis Gansel. Penduro a seguinte resenha ao respeito.





«La ola» sacude la memoria alemana

Un filme sobre un maestro que recrea una dictadura con sus alumnos enciende la polémica

El experimento fue real, un profesor «invitó» a su clase a una autocracia de odio. El resultado fue más allá de sus previsiones.


Aitor Lagunas

En un instituto alemán, un profesor de historia inquiere a los estudiantes: «¿Creéis posible la implantación de otra dictadura nazi en este país?». Los chicos, indignados, se oponen rotundamente: «Impensable». Los más aplicados incluso desgranan una cantinela de argumentos esclerotizados en la memoria colectiva: la sociedad ha aprendido la lección, la democracia lo puede todo, la libertad del individuo frenaría cualquier modelo despótico. Pero la praxis no siempre camina de la mano de la teoría. «Autocracia», escribe el docente en la pizarra. Está dispuesto a demostrar a los jóvenes que aquel horror sí podría repetirse. Y qué mejor que incitarles a sucumbir por ellos mismos a la manipulación sobre la que se erigen los sistemas autoritarios.
«La ola» es una de esas película que genera tanta incertidumbre y desazón entre los espectadores como debates en los medios de comunicación. ¿Ha inmunizado completamente la globalización a la humanidad frente al virus de las dictaduras? ¿Encierran los móviles e Internet el antídoto contra el totalitarismo? Para los alemanes, que padecieron las dos autocracias más crueles de la humanidad -nazismo y comunismo-, la cuestión parece especialmente punzante, siempre con la culpa del Holocausto sobre sus espaldas. ¿Habremos aprendido la lección?, se interroga el joven cineasta Dennis Gansel con el ánimo de sembrar de dudas el patio de butacas.
«La cinta es muy realista, con personajes verosímiles y actuales, ya que he pretendido reflejar el magnetismo que suscita en el individuo el sentirse parte de una masa», revela el director. Unidades humanas que dimiten del pensamiento crítico para obedecer órdenes y aceptar con gusto el único papel que la dictadura les reserva: una parte nimia y mínima del todo absoluto. Ortega y Gasset revisitado.
Ese profesor con alma de sociólogo existió en realidad y recientemente ha visitado Alemania. Ron Jones daba clases en un instituto público de California cuando, en la primavera de 1967, sustituyó los aburridos libros de texto por la experimentación de los propios alumnos. «Como docente, me interesaban mucho las simulaciones. Quería darle vida a ciertas ideas abstractas», recuerda ahora. La clase se dotó de un líder -el mismo Jones-, unos uniformes, unas marchas militares y un saludo. «Incluso escuchábamos música de Wagner con la luz apagada», confiesa el profesor. Al quinto día, se vio obligado a guillotinar un proyecto que se le escapaba de las manos: «Fue como un tornado, cada mañana el grupo aumentaba con chicos de otras clases que no querían quedar marginados. Incluso empezaron a venir de otras escuelas».
Violencia exponencial
Nadie quería jugar a ser judío ni homosexual en ese nazismo de pupitres, y la violencia que quienes formaban parte del «Movimiento» -apodado «La ola»- ejercían contra «los otros» crecía exponencialmente. Hubo que abandonar el experimento: «La conclusión que les expuse es que no podían creerse mejores que Hitler o los alemanes», proclama Jones. Gansel leyó veinte años después la novela de Morton Rhue basada en el experimento. Dos décadas más tarde aporta su visión personal: «Siempre me he preguntado cómo reaccionaría yo, si me dejaría manipular, si me dejaría arrastrar por ese espíritu colectivo». Dudas que su filme contagia, desde hoy, al público alemán.

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