LA DEBILIDAD DEL PUMA


La identificación con el más débil, desprovista de un análisis de contexto, responde a un criterio de dudosa moralidad. Uno que, a la larga, puede generar la violencia injustificada de aquellos débiles que se vean estimulados por la aprobación automática de la que gozan.

En el caso de la guerra contra Israel, no se trata meramente de una inmoralidad, sino de un falso pretexto para continuar denigrando al Estado hebreo.

Hace unas semanas (16-3-09) tuvo lugar en Madrid un encuentro de blogueros con el embajador de Israel. Durante el evento, el empresario y político Luis Solana (hermano de quien representa la política exterior de la Unión Europea) expresó patentemente un prejuicio muy generalizado: «En Europa, el fuerte genera siempre sospechas. Los europeos estamos orgullosos de inclinarnos primero del lado del débil».

En efecto, esa repetida quimera ha contribuido a que los europeos se perciban a sí mismos, frecuentemente, como muy morales. La historia colonialista de Europa podría constituir por sí sola un mentís a tal orgullo, si no fuera porque abundan los ejemplos contemporáneos que lo descalifican más rotundamente.

Que la inclinación europea por el débil es falsa, podrían atestiguarlo por ejemplo los chechenos, que han cobrado más de cincuenta mil vidas en su lucha por independizar a un pequeño enclave en el Cáucaso. No han despertado simpatía europea, pese a que pelean contra el país más vasto del planeta. O el Líbano, que fue abandonado frente a Siria mientras la tiranía alauita engullía a lo que fue otrora la única democracia del mundo árabe. Podría agregarse a los tamiles, los cachemiros, los ibos, los aimaras, los timorenses… la lista es extensa y elocuente.

Conste que en ninguno de los casos aludidos juzgamos aquí quién tiene razón en sus respectivos conflictos. Simplemente señalamos que, a los europeos, los débiles les tienen sin cuidado. La mayoría de ellos tampoco ve con simpatía a ETA, pese a que es más débil que España, ya que en este caso entienden la malignidad de los métodos y la desproporción o injusticia de la causa.

Estos parámetros brillan por su ausencia en el momento de evaluar a Israel.
Al insinuar que Israel es el fuerte en la guerra que se le ha impuesto para sobrevivir, se confunde y se miente al mismo tiempo.

La confusión deriva de que, en los conflictos, es humano y noble identificarnos con el agredido –no con el débil. Si un grupo andorrano pusiera bombas en mesones de Madrid, lo sensato sería identificarse con España, no con Andorra, cualesquiera fueran las motivaciones del agresor.

Y se miente, porque la calificación de Israel como el más fuerte saltea los tres argumentos siguientes:

1) Israel cabe quinientas veces en los territorios de sus vecinos, y carece de los recursos naturales de los que éstos disponen. Los regímenes árabes pregonaron por décadas su meta de destruir Israel, y actuaron en consecuencia.
Con el criterio de Solana, deberíamos suponer que los europeos se identifican con Israel ante Irán. Sesenta veces más pequeño que éste, y carente de su petróleo, el judío de los países debe enfrentar las amenazas de los ayatolás, y los morteros que éstos disparan por vía de Hamás y Hezbolá.

2) Es cierto que el Estado hebreo tiene el ejército más fuerte del Oriente Medio, pero sería malicioso resaltar ese dato sin agregar que es la razón por la que pudo sobrevivir. Si en algún momento se revirtiera la ecuación, y los enemigos de Israel tuvieran armamento más poderoso, los días de Israel quedarían contados.

3) La debilidad de un grupo no debe medirse en términos absolutos, sino en el marco de cuáles son las amenazas que se ciernen sobre él.


Este tercer argumento es esencial para entender la índole de la debilidad judía. Israel es el débil del conflicto, no por incompetencia de su ejército ni por bajo nivel cultural, sino porque es el único Estado sobre el que se ciernen amenazas concretas de destrucción.

Los medios de prensa y numerosos organismos internacionales dejan a Israel desvalido frente a la agresión, ya que cuando intenta protegerse de quienes lo agreden, despierta la incomprensión generalizada.

Lo sabe muy bien Luis Solana, quien fue Director General de Radiotelevisión española, un ente enfermizo en su obsesión anti-israelí.

Los medios contribuyeron a deslegitimar a Israel difundiendo varios mitos anti-israelíes que lograron confirmaran el estereotipo judeofóbico clásico: Sabra y Chatila, «la matanza» de Yenín, el niño Muhamed Dura, la escuela bombardeada de la UNRWA y, más recientemente, supuestos abusos de soldados israelíes en Gaza. Sin que hubiera habido ni un solo documento que probara las patrañas que se propagaron acerca de crímenes israelíes, la prensa recogió las declaraciones de quienes habían escuchado rumores, como si fueran una información objetiva.

Una vez que se demuestra la falsedad de la información, no se rectifican, como tampoco lo harán acerca del número de palestinos muertos en la operación Plomo Fundido, aun cuando ya se saben los números (murieron 1166 palestinos, de los cuales 709 eran activos terroristas de Hamas y 162 probablemente de otras organizaciones terroristas). Los civiles muertos fueron una pequeña minoría, atribuible a que el Hamás los utilizó de escudo. Ello no impidió que Soraya Rodríguez se apresurara en condenar «1500 asesinatos», y que nunca se disculpe al respecto.

El desvalimiento de Israel en el conflicto no se debe exclusivamente a la demonización a que en general lo someten los medios, sino también a que muchos de éstos se niegan siquiera a dar a conocer las agresiones que sufren los judíos. Así, varios diarios españoles se negaron siquiera a informar sobre el frustrado atentado (21-3-09) contra el centro comercial Lev Hamifratz de Haifa. Si las fuerzas israelíes de seguridad no hubieran detonado a tiempo los cuantiosos explosivos, el intento podría haber cobrado centenares de víctimas.

Ante el peligro que lo acecha, y la calumnia generalizada que lo traba en su autodefensa, Israel es el débil.

Se sabe que el gato tiene menos medios de defensa que el puma, y que el oso panda tiene más volumen que los ratones. Pero los más débiles de entre los animales no son los que tienen musculatura más reducida, sino los que están al alcance de los depredadores. El puma y el oso panda son los débiles, porque se hallan en peligro de extinción debido a la exorbitante caza que los amenaza.

Los Estados judíos del mundo también se hallan en peligro de extinción, no porque flaqueen o tengan ejército enclenque, sino porque son pocos (concretamente, uno solo) y porque los depredadores que quieren deshacerse de ellos son numerosos y fuertes, y cuentan con la complicidad de quienes se niegan aún a informar sobre el peligro.



GUSTAVO D. PEREDNIK

1 comentarios:

Do mellor que teña lido de Perednik, a verdade. A clase de artigos que un nunca lerá en El País.

02/04/09, 12:35